Crónicas de una adulta chiquita con una cafetería

Escrito por @emilyvzla_ de @persefonecafe______.

Crónicas de una adulta chiquita con una cafetería

Abrir un café a los 22 años (y otras decisiones impulsivas que salieron bien)...

—Voy a abrir una cafetería. Veré un local mañana y lo más probable es que lo rente.

Sin rodeos, sin pensarlo, puse las cartas sobre la mesa de un restaurante chino en el centro de la ciudad... Soy del tipo de persona que decide no contar los planes hasta poder materializarlos, así que entendí la sorpresa en la cara de mi familia cuando solté esa información de improviso un martes cualquiera.

Todavía hoy, mi año de nacimiento (2001) no me parece tan lejano. ¿Shrek realmente salió hace 24 años o solo es un chiste rancio? El tiempo pasa y la edad se siente, pero a la vez no. Así que quiero abrazar a todas las etapas que he tenido de mí y decirles que sigo aprendiendo de todo; porque se sabe todo y nada al mismo tiempo.

Y es que los 20s son rarísimos. Es estudio, trabajo, fiesta, esperanza e incertidumbre. Nunca me he sentido tan ignorante de lo desconocido y de lo conocido, como desde que mi edad empieza con el número 2... Soy licenciada, tengo una cafetería; en teoría, ya soy una adulta funcional. Pero aun así a veces me siento inexperta, esperando el momento en que por fin me sienta como una mujer adulta que le sabe al SAT y ya sabe hacer huevos fritos (todavía le pido a mi mamá que me los haga porque se me cuece la yema).

Pros de abrir un negocio sola: nadie te dice qué hacer y tú tomas todas las decisiones.

Contras de abrir un negocio sola: nadie te dice qué hacer y tú tomas todas las decisiones.

¿¿¿Pero cuánto se paga de luz en un local comercial??? Eso sí fue una sorpresa jaja.

Lo que nadie te dice de emprender

Uno de mis grandes problemas es que procrastino. Mucho. Siempre. Todo. Así que al abrir Perséfone ni siquiera me di tiempo de dudar, porque si lo hacía seguro me paralizaba, ya que también tiendo a sobrepensar. Fue todo de golpe: pum, nombre; pum, concepto; pum, local; pum, máquina de espresso; pum, depósito. Y pum pum pum, ¡abre en máximo dos meses porque la renta no se paga sola!

Emprender es prever los problemas y aun así encontrarles solución sobre la marcha. El diseño de barra, la creación del menú, horas y horas en cursos de barista… todo fue una mezcla de nervios y emoción acumulada en mes y medio. Durante la apertura —y meses después— fui la dueña, la barista, la de limpieza, la de marketing, la todo. Abría a las 9 am y cerraba a las 9 pm. Al llegar a casa prefería dormir que comer. Muchas veces pasaban horas sin probar bocado, hasta que algún amigo me preguntaba “¿ya comiste?” y yo recordaba que solo desayuné a medias, en los semáforos, camino al local.

Cuando todo vale la pena...

Creo que un sueño relativamente común para la generación Z es tener una cafetería. Y lo entiendo: el olor del espresso, el latte art bonito (¿cómo que no me salió la rosetta a la primera?), hablar con clientes agradables… todo eso llena el corazón. Pero también es duro. Es trabajo físico, ser organizada, comprar insumos en tardes de 40 grados, ser creativo, y pensar en cómo sobrevivir cuando todo es abrumante. Realmente ha sido un trabajo retador, cansado, agobiante… pero noble y precioso a la vez.

Abrí mi café a los 22 años, y ha sido una aventura. Estoy por cumplir 24 y sigo siendo una adulta chiquita, pero con sueños y esperanzas por todo lo que pueda venir. Al final, los 20s —y toda edad— siguen siendo una montaña rusa de emociones y ocurrencias de esta vida que es mía.

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